Elecciones en Venezuela: vota por la paz… y por el mismo de siempre
Venezuela celebra este domingo unas elecciones regionales marcadas por la ausencia de la oposición mayoritaria, la baja participación ciudadana y una creciente desconfianza en el sistema electoral. El proceso, que definirá a 24 gobernadores y a 285 diputados a la Asamblea Nacional, se da tan solo diez meses después de la cuestionada reelección de Nicolás Maduro, en medio de denuncias de fraude y represión política.
Una cita electoral sin garantías democráticas
Los comicios tienen lugar bajo un contexto de profundas irregularidades. Desde principios de año, diversas ONG y organismos internacionales han denunciado una nueva ola de represión contra figuras opositoras. Más de 70 personas han sido arrestadas en los últimos meses, entre ellas el dirigente Juan Pablo Guanipa, cercano aliado de María Corina Machado, quien lidera actualmente el ala mayoritaria de la oposición venezolana.

Machado, excluida previamente del proceso presidencial mediante una inhabilitación política calificada de arbitraria, hizo un llamado claro a la abstención: “Estas elecciones son una farsa, una trampa. Dejen todos los centros vacíos”, afirmó el pasado miércoles, señalando que participar equivaldría a legitimar un sistema corrupto que ya ha manipulado resultados en repetidas ocasiones.
El fantasma de las elecciones presidenciales de 2024
La actual crisis de legitimidad tiene su raíz en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. En aquel proceso, Nicolás Maduro fue declarado ganador pese a denuncias masivas de fraude, irregularidades en el padrón electoral, uso indebido de recursos estatales y coacción al votante. La comunidad internacional, incluyendo a la Unión Europea, Estados Unidos y varios países latinoamericanos, se abstuvo de reconocer el resultado, alegando que las condiciones no fueron libres ni justas.

Este cuestionamiento se ha profundizado con la exclusión sistemática de líderes opositores, el uso del aparato judicial para perseguir disidentes, y un Consejo Nacional Electoral (CNE) dominado por el oficialismo.
División en la oposición y participación mínima
Una pequeña facción disidente de la oposición, liderada por Henrique Capriles, decidió participar en los comicios, argumentando que “votar es un acto de resistencia”. No obstante, la decisión ha generado críticas por considerar que debilita el mensaje de unidad frente a un régimen que ha capturado por completo el sistema electoral.
Las proyecciones son desalentadoras: según la encuestadora Delphos, solo un 16% del electorado acudiría a las urnas, en su mayoría simpatizantes del oficialismo. Imágenes tomadas durante la mañana muestran centros de votación vacíos, incluso en zonas tradicionalmente chavistas de Caracas.
Nuevas estructuras territoriales, mismas viejas tácticas
En un movimiento ampliamente criticado, el régimen de Maduro también incluyó en estas elecciones la representación de un nuevo estado creado en el territorio en disputa del Esequibo, una decisión vista como simbólica pero con claras intenciones propagandísticas frente a la creciente tensión con Guyana.
Además, se ha denunciado el uso de incentivos clientelistas para fomentar el voto, incluyendo distribución de alimentos y bonos electrónicos condicionados a la participación.
Un país fracturado y sin horizonte democrático claro
La jornada electoral de este 25 de mayo consolida lo que muchos analistas califican como un régimen de partido único disfrazado de democracia. Con la oposición mayoritaria fuera del juego, con líderes detenidos o inhabilitados, y con un aparato estatal volcado a favor del chavismo, Nicolás Maduro refuerza su control político sobre las instituciones del país.
Mientras tanto, la ciudadanía —sumida en la desesperanza y la desconfianza— se aleja cada vez más de las urnas. El mensaje de la abstención no es apatía, sino protesta silenciosa frente a un sistema que ha vaciado de contenido el acto de votar.
